Flora y fauna
Manada de rebecos pastando en libertad por la cordillera de Ancares
Grupo de rebecos pastando en libertad por la cordillera de los Ancares bercianos

Los Ancares bercianos ocupan una superficie aproximada de 62.000 ha, donde una red de ríos, valles y cumbres dan cabida al desarrollo y supervivencia de su flora y su fauna. La riqueza de su entorno natural ha hecho que los Ancares estén considerados como parte de la Reserva Natural de la Sierra de Ancares.

Entre su rica vegetación encontramos árboles milenarios, bosques y sotos de castaños, hayas, robles, tejos, acebos, alisos, abedules, capudres, avellanos y chopos. Los pastizales de alta montaña abundan y sirven de alimento al ganado durante la época estival.

Urogallo macho con la cola extendida y cantando para atraer a las hembras.
Urogallo macho con la cola extendida y cantando para atraer a las hembras.

Los animales, algunos de ellos protegidos, viven en libertad en zonas de difícil acceso. Habitan hasta 48 especies de mamíferos e importantes especies de aves. En medio de toda este diversidad, destacan como más importantes los corzos, rebecos, jabalís, osos, ciervos, lobos, ginetas, gatos monteses y una amplia variedad de aves entre las que destaca la presencia del urogallo. Además, toda la cuenca hidrográfica de Ancares está declarada como «aguas trucheras«, dado que este es el pez más frecuente en sus ríos.

Merece especial atención el urogallo, por tratarse de una especie protegida desde 1986 con el fin de recuperar parte de la población extinguida. El urogallo es un ave galliforme que pervive desde la era glaciar. Viven en zonas montañosas con abundante vegetación y agua. Los machos y las hembras se diferencian fácilmente por su tamaño y coloración, siendo los primeros más grandes y con plumaje que va del gris al pardo oscuro.

Otra especie de vital importancia es el oso pardo, que encuentra en los bosques de alta montaña el hábitat necesario para su supervivencia. Igualmente esta especie está protegida y son escasos los ejemplares existentes.

La vida tradicional de los pueblos dedicados a la agricultura y la ganadería, han permitido mantener intacto y protegido su entorno.

El turismo rural en los Ancares bercianos se basa en el respeto a esta herencia de la naturaleza, con el fin de preservar su supervivencia.

 

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